Se resguardó,
en aquél reducido
espacio de la lluvia.
Se regocijó
de estar tan cerca de ella,
detrás de esa cortina
acuosa e incesante.
Las tiras de agua
humedecieron sus ojos;
de recuerdos,
de noches de luciérnagas,
de dicha y de suspiros.
Sintió en su piel la frescura de las gotas
que salpicaban su rostro,
del soplo del aire,
y aspiró el incienso de la tierra.
Todo era tan bello,
la naturaleza mojándose.
Lo lastimó, no oír el chubasco.
El aguacero arreció
y él se sintió,
ira del viento.
Como hizo daño la ausencia;
de los ruidos sobre la tierra,
sobre los vidrios, sobre el tejado.
Recién sordo, el viejo
se quedo llorando,
y acompañó al diluvio.
Se regocijó
de estar tan cerca de ella,
detrás de esa cortina
acuosa e incesante.
Las tiras de agua
humedecieron sus ojos;
de recuerdos,
de noches de luciérnagas,
de dicha y de suspiros.
Sintió en su piel la frescura de las gotas
que salpicaban su rostro,
del soplo del aire,
y aspiró el incienso de la tierra.
Todo era tan bello,
la naturaleza mojándose.
Lo lastimó, no oír el chubasco.
El aguacero arreció
y él se sintió,
ira del viento.
Como hizo daño la ausencia;
de los ruidos sobre la tierra,
sobre los vidrios, sobre el tejado.
Recién sordo, el viejo
se quedo llorando,
y acompañó al diluvio.
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