Miro los árboles desabrigados,
transito por nuestro atajo,
grana y ocre de hojarasca.
El lago perdió su encanto
y los cisnes se han ido
de su cristalino liquido.
Los rojos de la pradera
se entremezclan con el horizonte
en un sereno, un mismo ocaso.
Esta noche mis ojos
y la lluvia, entre lagrimas
se dicen sus cosas.
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