martes, 6 de octubre de 2009

Disculpe señora.


Disculpe señora

¿donde queda…?

Ella se aleja molesta.


¡Perdone que la siga

pero son sus besos!


Ella contesta airada:

¿Cuales... si apenas
lo conozco?

¡Los futuros
que vislumbre en sus ojos!

¡Que descaro!

¿Descaro? ¿y el suyo
al prometerme su boca
un arrullo?

¿Como dice, en que momento?

En el mismo en que sus labios,
sonrieron divididos,
dibujando un guiño.

¡Pero que locura,
la sonrisa tenía otro destino!

¿Se da cuenta,
me entiende, es cupido,
quien no piensa?

Yo pasaba por la plaza
indagando una calleja,
usted entonces sonrió
y en mi, ese su reír se fijó.

Fue herir, su respiro
a olor de gardenias,
mi voluntario y largo encierro.

¡Que tonterías,
por mi, no siga ahí,
pero, no me acose!

¿Que?
¡Pero si fue su andar
que me dicto no dejarla
ni a sol, ni a sombra¡

¡Al fin sonríe
como me alegra,
a manera
de alondra
el día!

¡No coliga
nada de mi sonrisa
que de sus desatinos,
quizá me rió!

¡Linda señora
que bella es usted!
¿Cual es su nombre,
acaso es usted casada?

¿Entonces me dirá usted
la distancia que existe de aquí
a la calle Cervantes Saavedra?

Los mire alejarse...

Saben, sólo aguce el oído,
durante la charla,
para aprender de la labia,
de este tipo.

A su paso, las palomas
de la plaza alzaban el vuelo,
Me pareció mirar entre ellas,
a cupido que reía.

1 comentario:

Ío dijo...

Ohh¡¡
Que hermoso diálogo.
Hace días que te leo, hoy no he podido resistirme a decirte lo mucho que me gusta como escribes.

¡Los futuros que vislumbré en sus ojos! Me ha encantado, es precioso.
Pero bueno, es precioso todo el poema.
Gracias por estos momentos de lectura tan agradables.
Besos, Gabriel

Ío