Conocí mi infancia
en su piel de prívamera
y sin miedo al regaño
me he ido de pinta
por sus redondeadas veredas.
En sus formas,
en su manera fácil de darse
y de por amor estregarse,
el camino perdido recobre.
De ese fuego vivificador
de abrazos y besos
al encontrarme, soy
Fénix que resurge
de las cenizas que dejaste
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