Me quedaría con la lluvia,
con aquella, donde tú y yo
Lourdes corríamos hasta tu casa,
mojándonos, terminando empapados
y dándonos un beso.
Me quedaría con la lluvia
de esa tarde, en la penumbra del automóvil,
que con un solo impermeable por ropa,
me deslumbraste con tu cuerpo María Esther
Me quedaría con la lluvia ensordecedora y cómplice
en que oí tus gritos de te quiero Mari Carmen,
la lluvia de tu orgasmo,
la lluvia de lunares de tu cuerpo.
Las otras lluvias tristes las dejaría:
las de mi infancia triste; mirando a través de la ventana,
alejarse, montado en la corriente a mi barco de papel.
El día lluvioso en que murió mi hijo.
Tristes lluvias.
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