Ahí estaba mi piel,
tirada sobre la acera.
resguarda por cuatro cintas.
En el aire el sonido de sirenas
y el rumorear de los curiosos.
Ahí estaba mi piel moribunda
con tus huellas por doquier,
aún tibia por tus besos.
Tatuada, era clara la evidencia de tus dedos.
El forense dijo -mirando a lo alto, al balcón-
No se trata de un suicidio. Esta piel fue adicta,
un síndrome de abstinencia
fue la causa de su muerte.
Nadie te culpó,
lavaron el piso, se deshicieron de ella.
Ningún telediario,
ni la nota roja, difundió la noticia.
Por ello ni te enteraste.